En los tiempos que corren, la generosidad es un valor diferencial. En la vida y también en la empresa. Quien ayuda, quien comparte, quien trata de entender incluso cuando hacerlo le quita tiempo para hacer su propia tarea, está sin duda, destinado a triunfar.

Aún impactados y emocionados por la valiente actitud de Ignacio Echeverría, “San Ignacio del skate” como algunos le han dado en llamar, reflexiono sobre cómo resulta que ser generoso te saca completamente fuera del guion.

Yo, que no tengo en absoluto madera de héroe, veo más natural la reacción del resto. De los que corren para salvar el pellejo. Flipo ya con esos pocos que rayan el sobresaliente cuando una vez a salvo, si le es posible, tratan de echar una mano a los heridos. Así que gestos como el de Ignacio, que la emprende a palos con un loco armado, enfrentando monopatín a machete me dejan sin palabras.

Porque su heroicidad en una situación tan extrema es digna de todo nuestro agradecimiento. Y porque me avergüenza darme cuenta de la posición ocupa hoy la generosidad en nuestro esquema de valores. En la vida por descontado, pero también en situaciones “mucho menos vitales” como, por ejemplo, en la empresa.

No nos cansamos de loar el trabajo en equipo, de pedir habilidades de colaboración al personal que seleccionamos, pero lo cierto es que pocos, seamos sinceros, nos sentimos equipo. Pocos somos tan evolucionados para anteponer las necesidades de otros a las nuestras propias, a la necesidad de acabar como sea mi tarea y largarme a casa cuanto antes.

¿Por qué ninguna empresa incluye la generosidad entre las capacidades más valoradas?

Si analizas la lista de habilidades críticas más populares para conseguir el éxito profesional, es prácticamente imposible no encontrar visión, liderazgo, motivación o incluso ambición entre ellas. Pero es igualmente difícil encontrar una que incluyera la generosidad.

La generosidad no se considera una habilidad profesional core. Es más bien algo agradable de tener. Algo que, como jefe o compañero te hará muy querido, pero sin más.

Sin embargo, un empleado generoso es extremadamente valioso. La gente generosa no sólo comparte conocimientos e información sin dudar un segundo. Comparte su tiempo, sus contactos, su saber hacer incluso con quienes nunca van a devolverle el favor. Es gente con una ética del trabajo, que cree de verdad en el valor de la colaboración, que se siente parte de un proyecto y por ello, vive con la palabra equipo grabada a fuego.

No es verdad que los empleados generosos sólo inspiren cariño. La generosidad en el trabajo genera confianza. Se ganan el respeto y también la buena voluntad de todos.

¿Cómo podemos potenciar la generosidad en el trabajo?

Supongo que al escuchar esta pregunta a muchos os vendrá inmediatamente a la cabeza el hecho de que vais petados y que no tenéis tiempo ni para ir al baño. Comprado. Permitidme sólo un segundo más… para recordarnos que el tiempo es una elección. Que un «no tengo tiempo» equivale a un «no quiero». Dicho lo cual, cada uno sabe sus cosas…

Me da por leer sobre generosidad en el trabajo y encuentro algunas ideas interesantes, que me han dado qué pensar y que tal vez también os puedan servir de inspiración.

  • Más servicio y más utilidad hacia el jefe. Sin que suene pelota, ¿Por qué no comenzar con el objetivo específico de hacer la vida de tu jefe más fácil? Tratando de anticipar sus necesidades, de preparar esa información adicional que tarde o temprano va a pedir, manteniéndole al día donde no llega, proporcionando valor añadido no sólo a él sino a todo el equipo.

 

  • Una comunicación más efectiva. Nunca había pensado que un modo interesante de elevar tu nivel de generosidad es dedicar algo más de tiempo a preparar lo que necesitas contar a tus compis. Para que dejen de tener que adivinar lo que quieres decir. Para ir al grano y no quitarles más tiempo del necesario, por mucho que te guste escucharte. Para escuchar sus preguntas y dedicar a las explicaciones el tiempo que ellos necesitan hasta asegurarte de que lo tienen.

 

  • Más orden. Nos sentimos abiertos y colaboradores y compartimos purriadas de archivos en modo ametralladora. Pensando más en el «yo los he mandado» que en la necesidad que tiene quien los recibe. ¿No es más generoso dedicar un hueco a ordenar tu armario y abrir sus puertas? Buena idea sin duda dedicar un tiempo a ordenar y compartir directorios para que todos sepan qué pueden encontrar en tus carpetas y cómo hacerlo.

 

  • Más respeto. Algo muy obvio, pero poco habitual: Respetar la agenda del otro. Preguntando siempre si tienen un momento para hablar, si les pillas bien o prefieren otro rato. Y si es que no, nada de “algo muy rápido”…

 

  • Halagos sin freno.  ¿A quién no le gusta que le digan que está haciendo un buen trabajo? Un estudio confirma que al 78% de los empleados le parece «extremadamente importante» ser reconocidos por sus gerentes por su buen trabajo. Así que, una ocasión para felicitarle haciendo que se entere su jefe, no es algo para dejar pasar. Por descontado, citar públicamente ayudas y fuentes, es un must.

 

  • Contribución al aprendizaje de otros. Algunos hemos tenido la inmensa suerte de aprender mucho a lo largo de nuestra carrera profesional. Sin duda la mejor manera de dar brillo al conocimiento acumulado con los años es traspasarlo a otros. Siendo amable con los demás y generosos con nuestro tiempo.  Prestando interés a todos, incluídos los más juniors, compartiendo cada recurso que pueda facilitarles su tarea.

A veces, un simple «nosotros» en lugar de un «yo”, aunque estés más solo que la una, es el primer paso en un camino que, sin duda, merece la pena destacar.

@vcnocito