Todos hemos oído hablar de lo importante que es montar un buen equipo de trabajo para conseguir sacar adelante un proyecto. Recomiendan los expertos que se cuide el proceso de selección, que se trabaje en la motivación del equipo, que se establezcan objetivos que el equipo haga suyos, etc etc.

Sin embargo, lo normal es que se defina un perfil de candidato al puesto desde el punto de vista individual, es decir, que se establezcan los requisitos técnicos que debe cumplir el candidato para considerarlo apto para ese determinado puesto. Se selecciona el candidato y se le pone a trabajar en un equipo que normalmente ya está funcionando desde hace tiempo con unos determinados hábitos, rutinas y rasgos característicos dentro de ese equipo. Y el nuevo candidato, que sin duda tiene la formación y las capacidades técnicas necesarias para realizar perfectamente su nueva ocupación, se ve dentro de ese nuevo mundo, al cual quizá se adapte perfectamente en unos días o al cual quizá no acabe de adaptarse nunca.

Y es que a la hora de formar un equipo de trabajo, rara vez he visto que se tenga en cuenta la opinión del equipo del que formará parte el candidato, ni tampoco que se evalúe la  personalidad del candidato. Muchas veces, ni siquiera el jefe directo elige a quienes serán sus colaboradores, sino que le vienen impuestos desde la alta dirección o desde Recursos Humanos.

De esta forma, se dan casos en los que en un equipo de gente joven, entusiasta pero quizá un poco desorganizados cae una persona quizá más mayor y acostumbrada a seguir estrictamente los procedimientos establecidos, y la mezcla no funciona. O en un grupo donde abundan los perfiles muy técnicos se añade a otra persona con poca formación tecnológica, de forma que el nuevo difícilmente entiende a los compañeros cuando hablan entre ellos.

Yo, que soy muy futbolero, creo que un equipo de trabajo debe ser como un buen equipo de futbol, en el que hay un portero que es un verdadero especialista en lo suyo, hay defensas, hay centrocampistas y hay delanteros. Conviven jóvenes recien incorporados al equipo con veteranos que llevan muchos años en él y que deben transmitir el espíritu de equipo y de pertenencia a él. Y dentro del equipo se crean pequeñas sociedades que acaban mejorando a los jugadores. Por ejemplo, un experto en dar pases de gol desde una banda luce más si hay un delantero que sea un excelente rematador, y ese delantero a su vez marcará muchos goles porque se beneficia del compañero que le surte de precisos centros.

En la empresa debería ser igual. Los jefes deberían preocuparse de formar equipos de trabajo equilibrados, formados por miembros con capacidades complementarias entre sí. Se deberían combinar personas con un perfil técnico con otros con un perfil más comercial, gente meticulosa y detallista con otros más dinámicos, jóvenes entusiastas pero inexpertos con personas con más experiencia pero quizá no con tanto empuje. Creo que ahí está la clave del éxito, en mezclar en las proporciones adecuadas gente de diversos perfiles que se complementen entre sí.

Lamentablemente, creo que pocas veces se hace así. Normalmente los equipos de trabajo se forman casi por azar. Tú te ocupabas de un tema y de repente hay una reorganización en la empresa y ese tema pasa a ser responsabilidad de otro directivo, por lo que tú cambias automáticamente de equipo. O es el jefe quien te “ficha” solo porque eres el que más sabe de algo y a los pocos meses ese algo deja de hacerse, o tras un ascenso el nuevo jefe trae consigo a parte de su antiguo equipo que resulta que no pega ni con cola con sus nuevos colaboradores…

Creo que a la hora de incorporar a alguien a un equipo de trabajo debería ser fundamental la opinión de los miembros de ese equipo. A menos que se busque un perfil muy especializado y específico, el equipo debería sugerir al candidato que prefieren dado que van a tener que trabajar con él todos los días, o al menos algún compañero tendría que participar en las entrevistas a los posibles candidatos. Porque tener un buen equipo de trabajo es la base para conseguir un buen ambiente en el trabajo y por tanto, poder alcanzar los objetivos de todos.