Bueno, no es que gane más que yo, es que gana MUCHO MÁS que yo. Y lo peor no es eso sino que trabaja menos que yo, y encima se equivoca cada dos por tres y tengo que enmendarle yo la plana. ¡Qué injusticia!

Quien más quien menos ha pensado esto alguna vez. Aunque no es fácil saber cuál es el salario del compañero, sí que más o menos te haces una idea porque una vez se enteró el amigo de tu amigo, que te lo dijo a ti. Y del mismo modo que todos los caminos son cuesta arriba cuando montas en bicicleta, parece que a todo el mundo a tu alrededor le pagan más que a tí.

No obstante, se nos olvida con facilidad que uno mismo gana bastante más que el joven que entró hace 6 meses en la oficina, avalado con dos carreras, un máster y tres idiomas. Pero claro, el joven no cuenta, porque no tiene tablas, no tiene experiencia. Vamos, que “está todavía muy verde”.

El problema viene cuando comparamos nuestro sueldo con los de los compañeros. Siempre me acuerdo de la gran estrella del fútbol que gana 3 millones de euros al año, una cantidad que la mayoría de los mortales no ganará en toda una vida, y que sin embargo se siente mal pagado porque el nuevo fichaje del club gana 6 millones sin haber demostrado nada todavía. Y entiendo perfectamente que el primero se sienta mal pagado aunque en valor absoluto gane una fortuna. Ya se sabe que “las comparaciones son odiosas”, pero es que hay algunas que son más odiosas que otras.

Me llamó mucho la atención una entrevista que leí hace tiempo a Laszlo Bock, el responsable del departamento de Recursos Humanos de Google.

En esa entrevista, él defendía la idea de que las empresas debían pagar injustamente. Admitía pagar cantidades totalmente distintas a dos personas que hacen el mismo trabajo, porque defendía que siempre hay personas que tienen mejor desempeño que otras. Decía que el 90% del valor de un equipo proviene del 10% de las personas del equipo, y si no se reconoce el valor de esas personas, acabarán marchándose a otra empresa en cuanto reciban mejor sueldo. Lo más importante para que se sustente ese modelo es explicar a las personas que reciben un sueldo menor por qué sucede eso y qué pueden hacer para cambiar esa situación.

Y no olvidemos que Google aparece en todos los rankings como el mejor lugar del mundo para trabajar…

Personalmente creo que Laszlo Bock tiene cierta razón. No me parece injusto que quien haga mejor su trabajo reciba más remuneración que quien lo haga peor. Lo difícil es valorar el trabajo de cada uno con justicia. Un comercial puede tener que enfrentarse a un cliente con dificultades económicas a quien es muy difícil vender algo mientras su compañero trata con otro cliente en plena expansión que no tiene problemas en invertir en los productos que le ofrece. Y el primer comercial no tiene por qué ser pero que el segundo y sin embargo obtiene peores resultados. El quid de la cuestión es encontrar la manera de valorar justamente el trabajo de cada uno, y que su salario esté en consecuencia con esa valoración.

También es habitual que en una empresa haya gente con circunstancias de lo más variopintas, siendo inevitable que haya diferencias salariales importantes. Puede que alguien negociara muy bien su entrada en el departamento porque tuvo la fortuna de aprovechar un momento en el que sus capacidades eran muy demandadas mientras que otro compañero poco menos que fue acogido como si fuera un refugiado de estos que tristemente vemos a diario en las noticias, por lo que poco pudo negociar nada. Esas cosas crean diferencias salariales que se pueden arrastrar durante años.

Es mejor no pensarlo mucho. Como dice mi compañera Virginia, hay otras maneras de ser feliz en el trabajo.