¿Quién ha dicho que los errores no duelen? Pues claro que duelen. Y afectan mucho. Se arruga el ego porque fastidia no conseguir el aplauso, se tambalea la ilusión por la onda expansiva del No y se instala el miedo empapando de duda los siguientes pasos.

Los que nos resistimos con fiereza a renunciar al aprendizaje continuo, nos dejamos emocionar por nuestro bullir de ideas y de vez en cuando, proponemos cosas. Qué le vamos a hacer, no lo podemos evitar. Más de las veces no acertamos.

Dicen Andrés Ortega y Santi García que la desobediencia inteligente es el motor de la innovación. Reclaman su valor. Yo estoy completamente de acuerdo con ambos. Prefiero seguir opinando y proponiendo, aunque me equivoque. No renuncio a perder mi autonomía y menos a que ello me lleve a disminuir mi compromiso.

Yo, que me equivoco mucho, en el trabajo y en la vida, hoy decido no sólo aprender a levantarme mejor de cada error, sino a enorgullecerme de todos ellos. Como hacen los toreros cuando muestran con orgullo su énesima cornada. Si para un torero sus cornadas son curriculum, tal vez sea interesante que mis errores empiecen a formar parte del mío. Y me temo que voy a tener que aprender a gestionarlos a mi favor, porque inmediato, lo que se dice inmediato, no me resulta.

Porque zurrarte, te zurran. Como dice nuestra querida y siempre acertada Elena “clavo que sobresale, martillazo que le arrean”. ¿Será porque las propuestas que buscan otros modos y maneras, se perciben como un desafío al status quo? Decir que en la mayoría de las organizaciones el valor procede de obedecer sea tal vez pasarse, ¿pero no habrá algo de que “no me mola que propongas cuando lo que te pido es que dispongas”?

Hace días leí un post donde Marta Cañete nos decía que las emociones no llegan solas sino que vienen en pandilla. Que aparecen muchas y todas a la vez, con mensajes diferentes que requieren diferentes actuaciones. Que no renunciemos al error por creer erróneamente que este fastidio que produce nos hace daño. Que mejor aprendamos a manejarlo. ¡Bingo!

Exigente y perfeccionista en exceso, no soy nadie para dar consejos, pero voy a contarte algunas cosas que he descubierto, porque a mí, me están ayudando. Pero ya se sabe, cada maestrillo….

Los errores joden. Pues lloro, no pasa nada. Me niego a obligarme al secado ultrarrápido de las lágrimas, a despintarme pitando la desilusión del rostro y a decir con un hipido que “aquí no ha pasado nada”. Reivindico el derecho al duelo 🙂

Y son inevitables, así que irás mejor pertrechado si comprendes que van a llegar por muchas precauciones que tomes, si los esperas como algo natural y aprendes a relacionarte con ellos. Vale que no hay que pasarse en esto de cargarla, pero todos cometemos errores y hasta cierto nivel somos impredecibles. Y me temo que los que nos evalúan también 🙂

Mejor no los ocultes. El único que no se cae es el que no se levanta. Lo importante no es cuántas veces te equivocas sino cómo enfrentas el “día después”. Nunca entendí este afán por airear los éxitos, cuando se aprende más de los fracasos. Yo nunca dudo en levantar la mano y decir fui yo, aunque deje a algún jefe al borde de la angina de pecho. ¡Hacer una tontería no es ser un tonto!

No te machaques. Parece sensato pensar que si toleras el fallo de otros, tolerarás mejor los tuyos. No existe juez más implacable que uno mismo. Aquí no sé… sólo un quizás. Quizás eliminando fallos intolerables en quienes te rodean, te conviertas en un juez más benévolo contigo mismo.

Nada es personal. Los complots judeomasónicos son cosa del pasado. El mundo no gira a tu alrededor. Nadie ha ido a por ti, ni a por tu idea. Simplemente a veces una buena idea no siempre continúa siéndolo. Me va mejor cuando dirijo mi energía hacia los problemas, no hacia personas. Y me corto en lo de quejarme. Cada queja es un punto extra de negatividad. Y da aliento a la justificación 🙂

Lamenta, pero no te conformes con menos. Es fácil, y una tentación constante, callarse a la siguiente. No te resignes. Vuelve sin miedo a proponer cada vez que tengas algo interesante que aportar. Cabréate, pero no dejes que eso te paralice. No le des más vueltas, toma nota de lo que has aprendido y déjalo atrás. Duda, pero no desconfíes de ti

Oblígate a no aburrirte
La vida es demasiado corta para la inactividad y la poltrona. Supongo que hasta los mejores jugadores profesionales de póker pierden partidas a diario. Del fracaso no te salva nadie…pero supongo que cuanto más te entrenes, menos sufrirás.

Y recuerda que unas veces se gana y otra se aprende 🙂

Pero pasar de jugar por miedo a no ganar es siempre una pena….

¿No crees?

@vcnocito